Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del neofascismo

Opinión

El manifiesto comunista, texto emblemático del marxismo engeliano, exponía una realidad innegable de aquella Europa de mediados del siglo XIX: “un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo…”. Sin duda alguna, el socialismo, el comunismo y el anarquismo, y todos sus matices, fueron respuestas directas a las grandes crisis del capital, pero también a las de la expresión más sangrienta del conservadurismo per se: el fascismo.

Hoy; alevosamente parafraseo a Marx y a Engels, pero creo yo, ingenuamente, que me lo permitirían. Europa y Latinoamérica, se están convirtiendo en dos de los vagones más importantes de una locomotora angloparlante, operada por un megalómano, incapaz de develar cuánto paga en sus impuestos, un racista misógino que incluso está señalado en uno de los peores escándalos de tratas de blancas que ha visto el mundo: Donald Trump.

Es este maquinista, el operador de este tren desbocado, que cada cierto tiempo, se presenta con destinos más polarizados que los anteriores, con puertos que van adquiriendo tonalidades mucho más preocupantes, tanto en fondo como en forma, tanto en discurso como en procesos de ejecución, o convenientemente de omisión.

Analicemos las primeras capas de este resurgimiento fascistoide.  Trump ha irrumpido por segunda ocasión en el escenario mundial, de una forma mucho más agresiva que la primera. “No hables ese español de mierda en mi país”, fue la antesala de lo que nuestros hermanos latinoamericanos sufrirían en carne propia, como una orden de fusilamiento emanada por el presidente estadounidense.

Para llevar a cabo “la mayor deportación de la historia” este pirómano político ha ordenado que escuelas, hospitales, playas e iglesias, sean los centros de captación y detención de inmigrantes, y cuenta con acólitos desde el senado, que han propuesto sin estupor alguno, premiar a aquellos ciudadanos que denuncien a todo aquel sospechoso de haber cometido el pecado de migrar, y convertirse en el trabajador que hace lo que el ario no desea hacer.

El diario “El País” ante estos hechos reporta premisas incontrastables: “Los datos oficiales estiman que hay 11 millones de personas sin papeles en EE UU. Con las entradas de los últimos años, durante la Administración de Joe Biden, las cifras reales podrían superar los 13 millones. Son personas que trabajan, consumen y en 2022 pagaron más de 95.000 millones de dólares en impuestos federales, estatales y locales. Casi ocho de cada diez llevan más de cinco años en Estados Unidos y menos del 4% tiene antecedentes criminales, según datos del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Pero el mensaje es para todos: aquí ya no son bienvenidos”.

Esto parece no importarle a la retórica despreciable del señor Trump. Derechos adquiridos, economía, economía procesal, familias enteras separadas, plazas de trabajo vacantes y sin postulantes, y una enorme incógnita por delante: ¿los latinos seremos los protagonistas de un eventual holocausto en las tierras de la “libertad y democracia”?

Hace tan solo cuatro meses, el señor Trump vociferaba sin siquiera inmutarse en pleno congreso: “Mi administración va a recuperar el Canal de Panamá, y ya hemos empezado a hacerlo”. Antes de ello, le solicitó “opciones militares” al Pentágono, para poder recuperar, lo que antojadizamente él cree que fue otorgado como dádiva, a un país soberano, que, de hecho, ya pagó con creces dicho canal.

Vamos un poco más allá. El neofascismo impulsado por Trump avala y sostiene la limpieza racial acaecida en Gaza, no sólo con discursos, sino con bombarderos y submarinos que atacaron impunemente la planta de enriquecimiento de uranio de Fordow, la instalación nuclear de Natanz y el Centro de Investigación y Tecnología Nuclear de Isfahán. Sopretexto de querer arrancar de un país armas nucleares.

Aún recuerdo cuando hace veintidós años, reventaron un país entero llamado Iraq, bajo la misma burda excusa, y hoy, dos décadas después y algo más, todavía no aparecen las supuestas amenazas de destrucción masiva de Hussein.

Es grotesco y atroz lo que sucede en Gaza. Pero aún más abominable es que un presidente estadounidense permita con anuencia, y hasta con cierto grado de complicidad, que en su despacho, el primer ministro israelita hable abiertamente de la reubicación de palestinos en naciones limítrofes con el conflicto. Sin asco alguno, sin vergüenza alguna.  

Por otra parte, el odio también alcanza para los estratos sociales más necesitados. Los múltiples recortes presupuestarios de la segunda administración del señor Trump, afectan directamente a los usuarios de los pocos programas públicos de atención médica, a los beneficiarios de cupones de comida gratuita, a programas de ayuda social internacional para enfermos de sida… en fin, a todos aquellos a quienes él considera escoria social.

¿Pero sabe a quienes beneficiará? Sí. A los millonarios y multimillonarios estadounidenses, a quienes se cree, que estará beneficiando entre un 3% y 6% de ahorro en pago de impuestos federales, para que ellos puedan seguir siendo ricos, y aún más de lo que ya lo son, a costa de que los pobres y extremadamente pobres de este país, lo sean aún más.

Y lo peor de todo es que los Trump ahora se ven reproducidos en los Bolsonaro, los Milei, los Abascal, y también en los Musk que pululan en el mundo. No nos confundamos. Sólo se separaron por lo que alguna vez los unió: más dinero. Pero en el fondo, el mismo sentimiento de odio a la humanidad los vincula, o ¿acaso ya olvidamos el saludo fascista de Musk en plena investidura presidencial?

Es la misma receta del nazismo, sólo que con maquillaje occidental, y una cuenta en Twitter.  

Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto actual político.

Compártelo