Opinión
El 2025 debía ser un año de gloria, de memoria y de grandeza para Barcelona Sporting Club. El centenario de la institución más popular del Ecuador pedía un marco de festejo a la altura de su historia. Pero la realidad ha sido cruel, casi despiadada: lo que se proyectaba como una temporada inolvidable se ha transformado en el símbolo más doloroso de la desorganización, la improvisación y la falta de liderazgo dirigencial.
Barcelona llegó a este centenario con ilusiones de volver a pisar fuerte en la Copa Libertadores, torneo que alguna vez lo tuvo como protagonista estelar. Sin embargo, la eliminación temprana no solo evidenció un equipo sin alma, sino también un proyecto deportivo mal armado, con refuerzos que jamás rindieron y un cuerpo técnico incapaz de sostener un estilo competitivo. En lugar de ser vitrina internacional, la Libertadores dejó una huella de vergüenza.
Por si fuera poco, este 28 de agosto, el club acaba de firmar otro fracaso estrepitoso al quedar eliminado de la Copa Ecuador, un torneo que, por la naturaleza de sus rivales, debía servir como bálsamo para lavar heridas. Ni siquiera ahí pudo imponerse Barcelona, mostrando que los problemas van mucho más allá de lo futbolístico: se trata de una institución con síntomas de agotamiento en su estructura directiva.
Cuenca Juniors, con simplemente 2 años de vida institucional, dejó a Barcelona en una luz de vergüenza pública.
La LigaPro, ese campeonato que tantas veces fue el sostén del barcelonismo en tiempos oscuros tampoco ofrece refugio. El equipo nunca encontró regularidad, perdió puntos en casa, mostró una desconexión alarmante entre hinchada y jugadores y dejó claro que la camiseta ya no pesa como antes. El centenario encuentra al club peleando con más dudas que certezas, lejos de los puestos de privilegio y con un futuro deportivo lleno de oscuridad.
Aquí el sol dejo de brillar y el aire ya no huele a caramelo, solo a coraje e impotencia.
Es momento de señalar con nombre propio a la directiva, que, en vez de proyectar un plan serio, estable y coherente, se dedicó a improvisar con fichajes caros y poco funcionales, con discursos vacíos y promesas que nunca llegaron a materializarse. La gestión ha sido débil, sin visión, y la historia será implacable al recordar que, en el año 100 de Barcelona, fueron ellos quienes le fallaron a la hinchada.
En lugar de prometer grandeza, solo usaron el amor del hincha como una billetera. Como lo dije hace un tiempo y lo vuelvo a mencionar, porque parece que nada ha cambiado, en su año de centenario, Barcelona Sporting Club sacó más camisetas que puntos en la Copa Libertadores. La dirigencia trató al hincha como cajero automático, vendiendo recuerdos en lugar de ofrecer resultados.
El socio, atado hasta el 2028 sin poder elegir un nuevo rumbo, merece mucho más que promesas y marketing vacío: merece respeto, un club que sane sus deudas y que vuelva a luchar en serio por alegrías nacionales y por la gran obsesión continental.
Barcelona SC no merecía un centenario así. La grandeza de su escudo, los ídolos que forjaron la leyenda y los millones de hinchas que lo siguen cada fin de semana esperaban un homenaje en la cancha, no una parodia de proyecto deportivo. Hoy, el reto no es celebrar, sino reconstruir. Y para ello, lo primero es asumir responsabilidades: este fracaso tiene responsables claros, y la hinchada ya no se merece más excusas.
Es por eso por lo que, su hinchada repite en estos últimos partidos el mismo slogan »Que se vayan todos, que no quede ni uno solo», en Guayaquil, Quito, Cuenca, Loja. El mensaje es claro, pero recuerden, no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere escuchar.”
Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto actual deportivo.