La práctica sexual conocida como dogging gana terreno en parques y urbanizaciones de Guayaquil, entre códigos secretos y encuentros organizados en redes, mientras vecinos denuncian abandono policial y la pérdida de espacios familiares.
En Guayaquil, algunos parques dejaron de ser solo espacios de recreación familiar. Para ciertos grupos, se han convertido en escenarios de dogging: encuentros sexuales con desconocidos en lugares públicos, a veces frente a espectadores. Una práctica que se organiza en chats cerrados de Telegram y que ya genera malestar en barrios como Guayacanes, San Felipe y Urdesa Norte.
De los chats a los parques
El acceso a estos grupos en Telegram es restringido y solo se ingresa por invitación. Una vez dentro, los usuarios comparten experiencias, recomendaciones y hasta califican los “mejores puntos” para tener sexo en público.
Los foros detallan horarios, gestos y códigos corporales para identificarse. “El hombre debe tocarse sus partes íntimas y la mujer, uno de sus senos”, dice uno de los mensajes filtrados.
Guayacanes: un “motel a cielo abierto”
Uno de los sitios más señalados es el parque de la ciudadela Guayacanes, entre la avenida Narcisa de Jesús y la quinta etapa. Lo que antes era un espacio para niños y familias, hoy es descrito por los vecinos como un “motel a cielo abierto”.
“Esto pasa casi todos los días”, contó una moradora bajo reserva. Relató que las parejas llegan entre las 13:00 y 18:30, se esconden entre los matorrales y cubren el suelo con cartones. “Llamamos a la Policía, pero no vienen o llegan cuando ya no hay nadie”.
Cansados de esperar respuesta, los vecinos crearon un grupo de WhatsApp para alertarse y expulsar a quienes sorprenden infraganti. Entre las huellas que quedan: ropa interior, botellas, preservativos y restos de droga o alcohol.

El parque de la urbanización San Felipe también es mencionado en los foros como un lugar “frondoso y privado”. Según moradores, allí las reuniones ocurren a cualquier hora, con mayor frecuencia en la madrugada. “A menudo consumen drogas y alcohol, porque en las mañanas encontramos los rastros”, explicó un vecino. En este sitio, un silbido basta para abrir paso al encuentro, mientras que la palabra clave “Karen” significa que alguien busca participar solo como espectador.
En Urdesa Norte, el Bosque Palo Santo se convirtió en otro epicentro. Durante una visita de este Diario, se observó a tres jóvenes escondidos en la vegetación. Aquí, los códigos son más sutiles: un guiño o una caricia basta para concretar la cita.
Señales en los autos
La práctica también ocurre dentro de vehículos. Un pañuelo blanco en el tablero indica disposición a sexo oral, mientras que uno azul señala apertura a relaciones sexuales completas. Vecinos han identificado incluso a carros que llegan de manera recurrente.
Una práctica global, un vacío legal
El dogging es un fenómeno internacional con foros que conectan a miles de personas desde 2015, presentes en más de 50 países. España es uno de los principales referentes. En Guayaquil, se estima que unas 1.500 personas han interactuado en línea, comentando y calificando los parques locales.
En Ecuador, la práctica no está tipificada como delito en el Código Orgánico Integral Penal (COIP), pero sí existen sanciones si se graban o difunden las escenas sin consentimiento. El vacío legal, sin embargo, deja a las comunidades en una situación de indefensión frente a un fenómeno que mezcla libertades individuales con la vulneración del espacio público.