Mientras lees esto, otro palestino muere por orden de un Estado que respalda su exterminio.
Mientras usted comienza a leer este artículo, otro palestino está siendo asesinado -sin importar si es niño, mujer o anciano-, y dicha orden proviene, no de un grupo delictivo, sino de un estado internacionalmente reconocido, que ha establecido como una de sus políticas, la exterminación racial de árabes, en Jerusalén y sus alrededores.
Dicho estado, hasta hace apenas setenta y ocho años atrás, no existía en el mapa de la geografía mundial.
Podemos decirlo de otra forma, porque existen múltiples formas de analizar el genocidio vivido en Gaza. Por ejemplo, que el único estado nacido a través de un decreto (proveniente de una organización multilateral que por ese entonces, tenía apenas dos años de existencia), no conforme con haber desplazado de su territorio al pueblo palestino, lo bombardea diariamente, para luego, presentarse ante el mundo como la víctima, siendo realmente el victimario.
El sionismo encarnizado en el estado israelita, no es otra cosa que una ola que tiene dos aristas; por un lado el ataque inmisericorde a todo aquello que no representen, y por otro, una campaña de victimización mundial, donde se componen a sí mismos como paladines de la paz, siendo los primeros gestores de la guerra, contra países con los que ellos no han podido ni han querido coexistir.
Para lograr dimensionar de una correcta forma los efectos de la creación de este estado criminal, debemos desglosar su historial belicista. Con el mundo árabe, destacan la Guerra Árabe-israelí de 1948, la Crisis de Suez de 1956, la Guerra de los Seis Días de 1967, la Guerra del Yom Kipur de 1973, la Guerra del Líbano de 1982, la Guerra del Líbano de 2006, y la guerra permanente de Gaza, que se ha recrudecido desde 2023 hasta este preciso instante.
Israel está en curso de cumplir ocho décadas de existencia, en las cuales tiene un promedio de una guerra por cada diez años, desde que fue reconocida en el mundo. Planteado de una forma más cruda, una vez, cada diez años; el estado israelita saca a su ejército a sus fronteras, y comienza a matar indiscriminadamente, contra el enemigo de turno, que casi siempre es un árabe.
Dentro de esta hipérbole sanguinolenta, existen múltiples ironías, propias de una tragicomedia griega. La Organización de las Naciones Unidas, organismo internacional que reemplazó a la ineficaz Liga de Naciones, no sólo fue el ente fundador y decisorio del estado de Israel, sino que además dividió el territorio del “mandato palestino” en dos, otorgándole al naciente estado judío, el 55% de los dominios.
Las propias Naciones Unidas, junto a la Corte Internacional Penal, y otras organizaciones no gubernamentales, han calificado lo actuado por Israel, como “genocidio”, o “limpieza étnica”, y ha señalado hasta el cansancio, la desproporción de las actuaciones militares del ejército israelita, en la famosa franja de Gaza. Sin embargo, es necesario preguntar si alguna vez ha existido un efecto real contra Israel.
La respuesta es aplastante, monosílaba y rotunda: No.
El silencio del mundo entero es realmente repulsivo. Ni una sola sanción comercial, ni una sola embajada cerrada, ni siquiera un castigo mediático real de parte de los medios de información clásicos; ya que parece que el mundo ha sido dividido en ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría; y casi desprendida de la raza humana: los palestinos.
Mientras los decanos de las democracias occidentales miran a un punto equidistante de esta matanza, de palestinos a manos de Netanyahu -primer ministro del estado de Israel-, el mundo entero se mantiene impávido. En este decorrer del tiempo, ya se calcula que se ha aniquilado entre el 2.5% y el 4% de palestinos -sólo desde el 2023-. En números fríos y secos: entre 50.000 y 100.000 palestinos han muerto a manos de los bombardeos israelitas.
Y son estos testigos silenciosos de horror, muerte y carroña, los que nos pretenden dar lecciones de democracia y libertad. Estados Unidos, Inglaterra y ciertos países europeos, sencillamente prefieren callar, no sólo ante el atronador disparo israelita, sino contra los bloqueos de servicios básicos, como agua potable o fuentes de alimentación, ante torturas y violencia sexual, ante la destrucción indiscriminada de hospitales y centros sanitarios, ante la desaparición de la población civil palestina, ante esta doctrina del exterminio.
Silencio y extinción. Los mismos grotescos elementos que permitieron el avance del holocausto, y que al final del día, le costaron a la humanidad, setenta millones de vidas. A la larga, Tutu tenía razón cuando increpaba al mundo entero gritando una única verdad parida del dolor: “si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. ¿De qué lado decide estar usted?
Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto actual del conflicto internacional.