Emprendedores en sectores populares de Guayaquil cierran sus locales ante el avance de las ‘vacunas’, mientras la cifra oficial de extorsiones no refleja su drama cotidiano.
Gabriel quería que su panadería en el Cristo del Consuelo creciera, diera empleo y fuera el sustento para su familia. Pero su ilusión terminó a finales de mayo, cuando la extorsión —o ‘vacuna’— lo obligó a cerrar. “Me pedían $5 por protección, y luego dijeron que subiría. Yo no iba a seguirles pagando”, dijo con impotencia.
Su historia no es aislada. En el sur, norte y noroeste de Guayaquil, la extorsión se ha convertido en una amenaza diaria para los pequeños comerciantes. Tiendas, panaderías, fruterías y bazares cierran por temor, mientras otros aceptan pagar por miedo a represalias más graves, como secuestros o incluso asesinatos, como ocurrió con una comerciante asiática en Nueva Prosperina.

Aunque la Policía asegura que los casos han bajado un 51 % en la Zona 8, los testimonios contradicen las cifras. Hay calles donde los negocios pagan hasta $200 mensuales para poder seguir funcionando. Algunos residentes afirman que en sectores como Pascuales y Monte Sinaí, entrar a repartir productos es casi como cruzar una frontera controlada por bandas.
La realidad que vive Gabriel y miles de pequeños comerciantes parece invisible para el discurso oficial. Mientras tanto, según NielsenIQ, más de 1.500 negocios han desaparecido desde 2019. La extorsión, dicen los vecinos, es la nueva pandemia que mata sueños, apaga vitrinas y transforma barrios enteros en zonas de miedo.