Hace pocos días, el Ministerio de Educación del Ecuador publicó una normativa que regula el uso de celulares en las escuelas y colegios del país. La decisión ha levantado debates, sobre todo entre quienes creen que cualquier límite a la tecnología es un paso atrás.
Es importante recalcar que no se trata de satanizar la tecnología, se trata de analizar los datos y entender los riesgos reales que enfrentan niños, niñas y adolescentes en Ecuador y el resto del mundo.
Quienes trabajamos y vivimos en un mundo atravesado por la digitalización sabemos que los dispositivos móviles son herramientas poderosas: conectan, informan y abren puertas pero esta medida es necesaria para proteger el desarrollo cognitivo, emocional y académico de niños, niñas y adolescentes en su etapa educativa.
Como toda herramienta, su impacto depende de cómo, cuándo y en qué contexto se usa. Y en el caso de menores de edad, ese contexto importa muchísimo más de lo que solemos admitir.
Diversos estudios demuestran que la exposición temprana y prolongada a los celulares puede afectar habilidades básicas de aprendizaje. Una investigación universitaria realizada en Ecuador evidenció que el uso frecuente del celular entre estudiantes de básica superior no solo altera su rendimiento académico, sino que también afecta sus hábitos de sueño, alimentación y actividad física.
Son aspectos básicos para el crecimiento saludable que terminan comprometidos por una conexión continua y sin supervisión.
No es simplemente una cuestión de distracción, el uso indiscriminado de dispositivos móviles expone también a riesgos mucho más serios: ciberacoso, sexting, grooming, violencia digital.
Entregar un celular a un niño o adolescente sin acompañamiento o límites claros es como dejarle abierta la puerta a amenazas que aún no sabe identificar ni manejar. Y aquí hay que ser claros: la privacidad, la seguridad y el bienestar de los menores deben estar por encima de cualquier argumento sobre «libertad de acceso» o «autonomía digital».
También un estudio de la Revista PCNA, realizado en el año 2022, destaca cómo el uso excesivo de pantallas en edades tempranas puede alterar los hitos del desarrollo cognitivo y motor. No es que los dispositivos sean malos como tal, sino que su uso prematuro y sin supervisión interfiere en procesos naturales de aprendizaje que deberían priorizarse en la infancia y adolescencia.
Por eso, apoyo plenamente que se regule el uso del celular en las escuelas, pero no desde el miedo ni desde un rechazo irracional a la tecnología. Lo apoyo porque creo en una educación que enseña a los niños y adolescentes a usar la tecnología como una herramienta, no como una muleta, ni como un escape, ni como un riesgo más.
Hoy más que nunca, necesitamos formar jóvenes que entiendan cómo funciona internet, cómo protegerse, cómo aprovechar los recursos digitales sin volverse esclavos de ellos. Y para eso hace falta enseñarles primero a concentrarse, a dialogar cara a cara, a construir empatía real y pensamiento crítico, habilidades que difícilmente se desarrollan en una mente saturada de notificaciones.
La normativa del Ministerio tiene un enfoque equilibrado: no elimina el uso de dispositivos móviles, sino que lo encuadra en actividades pedagógicas planificadas y bajo supervisión docente. Deja la puerta abierta a que el celular sea una herramienta de aprendizaje, no un distractor permanente y reconoce la co-responsabilidad de las familias en educar en hábitos digitales responsables.
En definitiva, limitar el uso de celulares en las escuelas no es un capricho, ni un retroceso. Es una apuesta inteligente por el desarrollo integral de los menores en un mundo digital que debe ser comprendido y manejado, no simplemente consumido.
Ojalá esta medida sirva para abrir un debate más profundo sobre cómo acompañamos a las nuevas generaciones en su relación con la tecnología: no alejándolos de ella, pero tampoco dejándolos solos frente a un universo que, aunque fascinante, también puede ser profundamente riesgoso.
Porque al final, el verdadero objetivo no es prohibirles la tecnología. Es enseñarles a dominarla. (O)
Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto político actual en Ecuador y la región.
Referencias:
- Morales, J. (2022). Relación entre el uso frecuente del celular y el rendimiento académico en estudiantes de educación básica superior de la Unidad Educativa Chiquintad. Recuperado de https://dspace.ups.edu.ec/bitstream/123456789/22650/1/UPS-CT009800.pdf
- Ward, A. F., Duke, K., Gneezy, A., & Bos, M. W. (2017). Brain Drain: The Mere Presence of One’s Own Smartphone Reduces Available Cognitive Capacity. University of Texas at Austin.
- Revista PCNA. (2022). Uso de pantallas y su influencia en la cognición y los hitos del desarrollo motor de infantes mexicanos. Recuperado de https://www.revistapcna.com/sites/default/files/2338_1-2.pdf
- Convivencia Digital. (s.f.). La presencia del teléfono móvil disminuye la capacidad de aprendizaje. Recuperado de https://convivenciadigital.cl/la-presencia-del-telefono-movil-disminuye-la-capacidad-de-aprendizaje/