El rol de la CONMEBOL: ¿bastante o insuficiente?
La jornada de ayer por la noche, 20 de agosto de 2025, en el encuentro entre Independiente y Universidad de Chile por la Copa Sudamericana terminó convirtiéndose en un espectáculo de horror y violencia inaceptable. No se trató simplemente de un episodio aislado de hinchas exaltados: fue una cadena de responsabilidades fallidas. El principal culpable no es la hinchada de un club exclusivamente, sino una conjunción de negligencias e improvisaciones: responsabilidades compartidas entre la organización del partido, las autoridades locales, las fuerzas de seguridad y los dirigentes de ambos clubes.
Desde el inicio del segundo tiempo, hinchas de la U de Chile lanzaron proyectiles, incluyendo butacas, bombas de estruendo, fierros y hasta un inodoro arrancado de los baños, hacia los simpatizantes locales, lo que generó caos inmediato. La decisión de ubicar a la barra chilena en una galería alta, justo sobre la tribuna local, fue técnica y moralmente cuestionable. Daniel Schapira, directivo de la U, lo calificó como “una locura” y subrayó que eso convirtió el partido en “un circo”.
La respuesta fue peor que la provocación: pese al despliegue de 650 policías y 150 agentes de seguridad privada, ninguna fuerza subió a contener la escalada inicial. Tampoco impidieron que barras de Independiente irrumpieran violentamente en la tribuna visitante, agrediendo a los hinchas chilenos, desnudándolos, golpeándolos y hasta empujando a varios al vacío. Estas fallas demuestran que no hubo un plan de seguridad adecuado, ni prevención ni contención en ningún momento crítico.
La respuesta de la Conmebol fue rápida en forma, pero perezosa en fondo. El organismo resolvió cancelar (no simplemente suspender) el partido y enviar el expediente a los órganos disciplinarios correspondientes. Además, emitió un fuerte comunicado repudió los hechos, aseguró estar en contacto con las autoridades locales y manifestó que actuará “con la mayor firmeza”.
Sin embargo, esta respuesta, aunque necesaria, llega demasiado tarde. La Conmebol tenía el deber no solo de sancionar después, sino de exigir protocolos de seguridad robustos de antemano. El ministro de Seguridad bonaerense responsabilizó al mismo organismo continental por fallos en los protocolos, que no se cumplieron o fueron inadecuados. Además, se sospecha una laxitud inicial, ya que previamente la U ya había recibido una advertencia por infracciones relativas al comportamiento de su hinchada. La acción de Conmebol debería ser mucho más proactiva y articulada con organismos locales, no desaparecer hasta que la tragedia ocurre.
Ahora, si bien en el comunicado se descarta la desclasificación o eliminación de estos dos equipos de la Sudamericana, da a entender que, por expediente disciplinario será la opción que elijan. Lógicamente seria la Universidad de Chile la elegida por el comité para desclasificarlo de la competencia, porque no seria la primera vez que esto pasaría con los hinchas del equipo chileno.
La imagen que quedó anoche fue de vergüenza absoluta. No solo por la violencia explícita, hinchas desnudados, heridos, caídas al vacío, escenas traumáticas, sino por la absoluta desprotección del sistema que debía cuidar a los aficionados. Las escenas horribles, que circularon a gran velocidad en redes sociales, serán recordadas como una de las más bochornosas del fútbol sudamericano reciente.
Un bochorno que se refleja en la indignación nacional argentina y chilena, y hasta en la mirada de dirigentes y presidentes: Gabriel Boric escribió que “nada justifica un linchamiento” y condenó la “evidente irresponsabilidad en la organización”. Daniel Schapira afirmó, con toda razón, que “esto no debe suceder en ningún estadio ni lugar”. Refuerza la idea de que este juego no fue ejecutado con profesionalidad, sino con negligencia mortífera.
Para cerrar, este desastre no debe servir como anécdota más de violencia futbolera. Debe ser un punto de inflexión. Que lo sucedido en Avellaneda quede no solo en un editorial crítico, sino en una acción real. Porque después de ese bochorno, no puede haber ninguna excusa, ninguna repetición: esto no debe volver a pasar.
Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto actual deportivo.

