Problemas arbitrales, ¿De quién es la culpa?
En el fútbol, la justicia se imparte en noventa minutos por un puñado de árbitros que, idealmente, deben ser invisibles: eficientes, imparciales y discretos. Pero en la LigaPro de Ecuador, ese ideal está cada vez más lejos de alcanzarse. El protagonismo de los árbitros se ha convertido en un problema recurrente, al punto de afectar directamente la credibilidad del campeonato. El debate ya no gira únicamente en torno a los goles, las tácticas o el talento; ahora también se habla, y mucho, de fallos arbitrales, errores groseros y decisiones incomprensibles que alteran el rumbo de los partidos.
La temporada 2025 no ha sido la excepción, sino más bien la confirmación de una crisis que se arrastra desde hace varios años. En apenas unas fechas, ya se han acumulado reclamos de jugadores, entrenadores y directivos. Goles mal anulados, penales inexistentes, expulsiones dudosas y un uso errático del VAR. La tecnología, que debería ser aliada de la justicia deportiva, se ha vuelto otro motivo de desconfianza. La demora en las decisiones y la falta de transparencia en los criterios solo incrementan el descontento.
El problema no es uno solo, sino una cadena de fallas. La formación arbitral en Ecuador ha demostrado ser insuficiente. Muchos jueces jóvenes suben al profesionalismo sin la experiencia ni el temple necesarios para manejar partidos de alta presión. Los árbitros con más trayectoria, por su parte, no escapan a la crítica: algunos cargan un historial de decisiones polémicas que se repite con preocupante frecuencia.
A esto se suma la percepción de parcialidad. En una liga donde los equipos grandes tienen un peso mediático importante, no faltan quienes acusan a ciertos árbitros de favorecer, consciente o inconscientemente, a los clubes con más influencia. Aunque no siempre hay pruebas contundentes, el solo hecho de que estas dudas existan ya es un problema grave. La confianza en la imparcialidad de los jueces es fundamental para que un torneo funcione, y hoy esa confianza está quebrada.
La Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) y la LigaPro no pueden seguir actuando como si esto fuera un simple «ruido» del entorno. Se requiere una intervención urgente y estructural. Primero, una revisión profunda del sistema de formación y evaluación de los árbitros. Es vital implementar programas de capacitación continuos, con estándares internacionales y con acompañamiento de expertos independientes.
Segundo, una mejora en la implementación del VAR. No basta con tener la tecnología; hay que usarla bien. Esto implica entrenar a los árbitros no solo en el aspecto técnico, sino también en la toma de decisiones bajo presión. Además, sería saludable que la Comisión Nacional de Árbitros publique los audios del VAR, como ya ocurre en otras ligas del continente, para promover la transparencia y educar al público.
Y tercero, se necesita un cambio cultural: que el arbitraje deje de ser visto como un elemento decorativo y pase a ser un pilar fundamental del desarrollo del fútbol ecuatoriano. Eso implica mejores sueldos, mejores condiciones laborales, pero también sanciones claras cuando hay fallos evidentes. La meritocracia debe ser el principio rector: quien se equivoca sistemáticamente no puede seguir dirigiendo.
Pero en estos momentos, lo único que hacen es tirarse la pelota a ver quien puede solucionar los problemas, por un lado, del triángulo esta Miguel Loor, quien trata en lo posible pulir un sistema de juego y arbitral y que funcione la LigaPro, con sus innumerables caracteres en X donde siempre esta respondiendo y aclarando temas, que, si es correcto hablar sobre los temas, pero no siempre es necesario salir y hablar de todo a todo momento.
Del otro lado tenemos al Señor Francisco Egas, muy contrario del señor Loor, nunca sale a hablar de ningún tema, máximo a felicitar a los jugadores seleccionados por sus logros y listo, no se vuelve a saber del hasta el próximo partido de la selección. Y por la otra punta tenemos al señor Néstor Pitana, que carga con la responsabilidad y la culpa de ser el que dirige a los árbitros, donde el mismo ha señalado que es la falta de comunicación la responsable.
La conclusión termina en el inicio, los responsables no hablan, se sugieren cosas y otros se oponen, en este caso la pelota nunca va al 10, si no que se rota y se detiene hasta que se los señale como responsables. Por eso al final del día, el árbitro es el enemigo y frente al mundo, ni siquiera son llamados a eventos deportivos grandes para dirigir.
No se trata de buscar culpables individuales ni de alimentar teorías de conspiración. Se trata de asumir con madurez que el arbitraje ecuatoriano está en crisis, y que, si no se corrige el rumbo, el daño será irreparable. Porque cuando el juez pierde credibilidad, el fútbol pierde justicia. Y sin justicia, no hay competencia posible.
Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto actual deportivo.