Casi 4 000 ecuatorianos han sido deportados en lo que va de 2025. Las cifras revelan un endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses y una persistente crisis estructural en Ecuador que sigue empujando a miles a buscar una vida fuera de sus fronteras.
La migración ecuatoriana hacia Estados Unidos, lejos de disminuir, sigue siendo una constante que refleja profundas desigualdades y frustraciones en el país. Entre enero y junio de 2025, 3 977 ecuatorianos fueron deportados en 47 vuelos provenientes del país norteamericano, según informó este martes 1 de julio el Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana.
El último grupo, compuesto por 38 personas, llegó a Guayaquil en un avión militar estadounidense. La escena fue acompañada por un mensaje categórico de la Embajada de EE.UU. en Ecuador: “La inmigración ilegal no justifica el riesgo y, de intentarlo, resultará en detención y deportación”. El comunicado no deja espacio a matices. Las autoridades estadounidenses están aplicando una política de tolerancia cero con los migrantes irregulares, y Ecuador es uno de los países más afectados por esta dinámica.

Las cifras son elocuentes. En todo 2024, fueron deportados 13 681 ecuatorianos. En 2023, el número fue aún mayor: 18 449, el pico más alto de los últimos cinco años. En contraste, en 2019 se registraron apenas 1 490 deportaciones, lo que deja ver una tendencia creciente que coincide con los efectos acumulados de la pandemia, la crisis económica y la inseguridad interna.
El crecimiento de las deportaciones también responde al endurecimiento del control fronterizo en Estados Unidos, especialmente desde 2023, cuando se reforzaron medidas como el Título 42 y se incrementaron los vuelos de repatriación, una práctica que se mantiene al menos desde 2005. Cada semana llegan dos o tres aviones con ciudadanos ecuatorianos devueltos por las autoridades migratorias estadounidenses.
Estados Unidos sigue siendo el destino predilecto de quienes deciden migrar de manera irregular. Se estima que al menos 100 000 ecuatorianos intentaron cruzar la frontera norte en 2023 y 2024. Hoy, cerca de 600 000 ecuatorianos y sus descendientes residen en EE.UU., un país que ofrece, pese a los riesgos y restricciones, más posibilidades de progreso que el suyo de origen.

El creciente flujo migratorio no es producto del azar. Responde a una combinación de factores estructurales: desempleo, precarización laboral, violencia, falta de acceso a servicios básicos y una ausencia de políticas públicas eficaces para frenar el éxodo. La migración no es solo una decisión económica, es una decisión de supervivencia.
Volver a Ecuador después de haberlo arriesgado todo, muchas veces endeudándose o poniendo su vida en manos de coyoteros, representa una doble condena. No solo regresan sin dinero ni papeles, sino con el estigma del “fracaso”. El Estado ecuatoriano, a pesar de tener programas de reinserción y atención a retornados, ha sido ineficiente en su implementación y cobertura.
Los vuelos de deportación se han convertido en parte del paisaje cotidiano del aeropuerto de Guayaquil. Cada aterrizaje es un recordatorio del país que no supo retener a sus ciudadanos y de otro que los expulsa sin miramientos. La migración, más que un fenómeno, es una herida abierta que ni el tiempo ni las estadísticas logran cerrar.