Opinión
Antes de iniciar con este editorial, me gustaría recalcar que, hasta el momento, la dirigencia de Miguel Ángel Loor me ha parecido muy destacable en querer pulir y resaltar el futbol ecuatoriano.
Ahora sí, recordando que es presidente de la LigaPro, hay algo que el cree que es su mayor virtud, pero en realidad es su mayor defecto. Escribir innumerables publicaciones en X, o como lo conocemos, Twitter.
En el ecosistema del fútbol ecuatoriano, donde cada decisión afecta a clubes, jugadores, hinchas y finanzas, se espera que quienes lideran mantengan una postura de altura, sobriedad y responsabilidad institucional. Sin embargo, Miguel Ángel Loor, presidente de la LigaPro, parece haber elegido un camino distinto: el del protagonismo digital constante.
El problema no es que un dirigente use redes sociales. En pleno 2025, la transparencia y la comunicación directa pueden ser virtudes. El problema aparece cuando esa presencia pública se transforma en una obsesión; cuando la cuenta oficial de un líder del fútbol ecuatoriano acumula más peleas que propuestas, más quejas que gestión, más impulsos que reflexión.
Un dirigente atrapado en su propio teclado.
Loor ha convertido X (Twitter) en un ring personal donde responde a periodistas, discute con hinchas, contradice comentarios y lanza indirectas con una facilidad que sorprende para alguien que ocupa un cargo ejecutivo de esta magnitud.
Cada reclamo, cada réplica confrontativa y cada desahogo público terminan proyectando una imagen de fragilidad institucional. El fútbol necesita líderes que administren, planifiquen y construyan; no que se enfrasquen en discusiones digitales que solo alimentan el ruido.
La bajeza no está en opinar, sino en el tono y la insistencia. Pelear con cuentas parodias de algo o hinchas de algunos equipos, no significa ser autoridad, no hay necesidad de responder cada pendejada que alguien le escriba en redes sociales. Muchas veces el silencio es la mejor opción.
Una cosa es comunicar decisiones. Otra muy distinta es convertir cualquier crítica en un conflicto personal. El estilo de Loor —reactivo, confrontador y muchas veces emocional— reduce la altura del debate y contribuye a una percepción de liderazgo inestable.
Hasta lo han tomado de broma en redes, diciendo que sus publicaciones son su pascualina. En lugar de una imagen de respeto, ahora es el hazme reír de las redes.
Cuando un dirigente responde más tuits de pelea que comunicados oficiales, el mensaje es claro: la prioridad se ha distorsionado. Ni hablar sobre la renuncia de un colega, donde Loor respondió con un aproximado de 2340 caracteres.
Un fútbol grande no puede tener una dirigencia que se lo tome todo apecho.
El fútbol ecuatoriano avanza en infraestructura, proyección internacional y profesionalización. Pero la imagen institucional se resiente cuando quienes deberían velar por la estabilidad se dedican a batallas pequeñas en redes sociales.
Los puestos altos exigen grandeza, y la grandeza comienza con autocontrol, silencio estratégico y responsabilidad comunicacional.
Miguel Ángel Loor tiene el rol, el poder y la plataforma para impulsar el crecimiento del fútbol ecuatoriano. Pero mientras siga entregando tanto tiempo y energía a peleas en X, seguirá reforzando la idea de que está más preocupado en ganar discusiones que en ganar respeto.
Y menos dependiente del teclado. (O)
Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto actual deportivo.







