Deserción escolar aumenta en las provincias del país

El sistema educativo enfrenta un descenso sostenido de matrícula por la baja natalidad, pero el problema va más allá de los nacimientos.

El sistema educativo en Ecuador enfrenta una paradoja que debería encender las alarmas. Según un levantamiento de información realizado por PRIMICIAS con base en datos del Ministerio de Educación, en los últimos 10 ciclos académicos las aulas del país se quedaron sin más de 500.000 estudiantes. Solo en el régimen Sierra-Amazonía se perdieron alrededor de 280.000 alumnos.

Las autoridades atribuyen esta caída a la reducción de la tasa de natalidad. Y las cifras del INEC parecen confirmar la tendencia: en 2014 el país registraba 18,3 nacidos vivos por cada 1.000 mujeres, mientras que en 2022 ese número cayó drásticamente a 12 nacidos vivos.

El argumento oficial suena convincente: “Ahora las madres tienen su primer hijo alrededor de los 30 años, y no a los 20 como antes”, sostiene Roberto Castillo, exdirector del INEC. Sin embargo, atribuir toda la responsabilidad a la demografía oculta un fenómeno más complejo.

Abandono y calidad en entredicho

El propio Ministerio reconoce que al menos 19.000 niños dejaron la escuela en los últimos años. Aunque se trata de una cifra “menor” frente al impacto de la natalidad, revela que la deserción continúa siendo una herida abierta del sistema educativo.

A eso se suma un modelo que promueve a estudiantes sin haber alcanzado las destrezas básicas, especialmente en los primeros años de formación. Entre primero y séptimo de básica, los alumnos son promovidos aunque no alcancen la nota mínima. El discurso oficial habla de evitar la repitencia y reducir el abandono, pero en la práctica se traduce en déficits de aprendizaje acumulados que terminan explotando en la secundaria y el Bachillerato.

El dato es revelador: en el año lectivo 2023-2024, 31.000 estudiantes del régimen Sierra Amazonía perdieron el año y otros 31.700 abandonaron sus estudios. Es decir, por cada aula que se vacía por la caída de la natalidad, otra se vacía por problemas de calidad y permanencia.

Una brecha económica que marca el acceso

La diferencia entre la educación pública y privada también es abismal. En el ciclo 2024-2025, los colegios fiscales de Sierra y Amazonía concentraron 1,2 millones de estudiantes, frente a apenas 318.000 en planteles privados.

La explicación es simple: mientras en los colegios fiscales la educación es gratuita, en los privados una pensión puede llegar a costar hasta USD 2.000 mensuales, un lujo imposible para la mayoría de familias. La consecuencia es una educación pública masificada, con limitaciones de recursos, y una privada elitizada, reservada para pocos.

El espejismo migratorio

El ingreso de estudiantes extranjeros, sobre todo venezolanos, llegó a ser presentado como un “respiro” para el sistema, pero las cifras muestran otra realidad. Tras el pico del boom migratorio entre 2020 y 2022, cuando hubo más de 44.000 estudiantes extranjeros en las aulas, la cifra cayó hasta 32.700 en 2023-2024. Aunque en el ciclo más reciente hubo una leve recuperación, sigue lejos del nivel más alto.

¿Menos estudiantes o menos oportunidades?

El diagnóstico oficial insiste en que se trata de un problema “natural”: menos nacimientos, menos alumnos. Pero la visión crítica muestra un escenario más preocupante:

  • El abandono escolar persiste como un problema estructural.

  • La calidad educativa está en entredicho por un modelo de promoción automática.

  • La brecha económica limita el acceso a una educación de calidad.

  • La migración ya no compensa la pérdida de matrícula.

Si bien las cifras de natalidad son un factor innegable, lo preocupante es que el Estado parece usarlo como explicación suficiente, eludiendo preguntas de fondo: ¿qué está haciendo el sistema para garantizar que quienes sí nacen y llegan a las aulas permanezcan, aprendan y progresen?

Porque más allá de la caída demográfica, la verdadera crisis está en que la escuela ecuatoriana se vacía de estudiantes y la educación se precariza. 

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