En Guayaquil, los conductores de buses viven violencia a diario y solicitan mayor presencia policial.
Salir a trabajar como conductor de un bus urbano en Guayaquil se ha convertido en una experiencia de alto riesgo. Axel (nombre protegido), chofer de la línea 54, ha sufrido tres asaltos mientras realiza su recorrido por la vía Perimetral, describiendo su labor como una “ruleta rusa”.
El temor se intensificó tras el ataque del martes 19 de agosto, cuando un conductor y un cobrador de la línea 85 fueron asesinados en Bastión Popular. Las víctimas, Jhon Trejo y Segundo Murillo, habrían sido blanco de la banda Los Águilas, vinculada a extorsiones dentro del transporte urbano.
Zonas de alto riesgo y puntos críticos
Aunque Axel asegura que su cooperativa no ha recibido amenazas directas por “vacunas”, reconoce que la inseguridad es constante. Su ruta atraviesa sectores de alto riesgo como Nueva Prosperina, considerada la zona más violenta de la ciudad. Allí, un puente cercano al Registro Civil Norte, conocido como “el túnel”, se ha convertido en un punto recurrente de asaltos.
El miedo también se transmite entre choferes a través de grupos de WhatsApp, donde se comparten videos de buses atacados, con manchas de sangre en el piso y asientos. Estos mensajes refuerzan la sensación de vulnerabilidad entre los trabajadores.
Estrategias de protección y pérdidas económicas
Para protegerse, Axel ha adoptado medidas de precaución: observar a los pasajeros antes de detenerse, cerrar puertas ante sospechas y, si es necesario, perder algunos pasajeros para evitar el riesgo. Sin embargo, esta estrategia también afecta sus ingresos: de los 250 dólares diarios que solía reunir, ahora apenas alcanza entre 190 y 200 dólares, ya que los pasajeros prefieren taxis antes que exponerse a la violencia en buses urbanos.
La falta de presencia policial es otra dificultad. “Si suben a robar, solo nos queda dejarnos robar. Nadie se arriesga por un teléfono o una moneda”, señala Axel. Además, las agresiones físicas son frecuentes: el mismo día del ataque a la línea 85, un conductor de la 54 fue golpeado por negarse a dejar a un pasajero en un lugar no autorizado, sufriendo lesiones graves.
Modus operandi de los delincuentes
Los asaltantes suelen mezclarse entre los pasajeros, a veces bien vestidos y pagando su pasaje, para esperar el momento de atacar. Axel relata que hace dos semanas, tres hombres abordaron su bus; para evitar el robo, fingió una falla mecánica, devolvió más de 30 pasajes y perdió alrededor de 10 dólares. “Mejor perder unos billetes que arriesgar todo o exponer a los pasajeros”, concluye.
Extorsión generalizada y temor constante
Christian Sarmiento, presidente de la Federación de Transportadores Urbanos del Guayas (Fetug), asegura que la situación ha sobrepasado los límites. Calcula que 80 % de las 114 rutas de Guayaquil están afectadas por extorsión, especialmente en el noroeste de la ciudad: Monte Sinaí, Ladrillera, Puente Lucía, Mucho Lote y Socio Vivienda. Los delincuentes cobran entre 1 y 3 dólares diarios como “protección”.
El miedo también ha modificado la rutina laboral: los buses que antes salían a las 04:30 ahora lo hacen hasta una hora más tarde, cuando hay más movimiento en las calles. Sarmiento enfatiza que la solución requiere inteligencia estatal y acciones coordinadas, y advierte que la desconfianza se mantiene porque algunas instituciones públicas podrían estar infiltradas.
“La gente no confía en denunciar. Todos saben que hasta algunas instituciones están comprometidas. Se necesitan operativos estructurados y protección real para los que se atrevan a reportar”, concluye Sarmiento.
Falta de registros oficiales
Este medio consultó a la Fiscalía sobre denuncias de choferes durante 2025. La respuesta indicó que el Sistema Integrado de Actuaciones Fiscales no distingue las denuncias de transporte urbano, por lo que no hay un registro oficial del problema. La Policía Nacional tampoco ofreció información hasta el cierre de la nota.
