Augusto Verduga el antifascista admirador de la hija de un nazi

La política ecuatoriana nunca deja de sorprender. Hace poco, la Fiscalía General del Estado allanó las oficinas del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, dejando
imágenes que rápidamente se viralizaron en redes sociales. Sin duda, el momento más comentado fue el forcejeo protagonizado por Augusto “Mónica” Verduga, quien intentó evitar que le confiscaran su celular.

Pero, como suele suceder, lo más interesante salió a la luz después: los chats de Verduga, que han generado una gran conmoción. Entre las revelaciones, destaca el hecho de que el exconsejero utilizaba el seudónimo de “Mónica Ertl”. Más adelante hablaremos de la curiosa elección de este alias, pero, por ahora, hagamos un resumen rápido de los mensajes: conversaciones en las que se discuten maniobras para designar autoridades a dedo, “agarrar lo que hay” y hasta presentar impugnaciones “ciudadanas” diseñadas a conveniencia. Nada de esto es nuevo en la política ecuatoriana, pero sigue siendo indignante.

Ahora bien, hablemos de “Mónica”. Un nombre curioso para elegir, ¿no, Augusto? Resulta que la “abejita” de la Kolmena —ese colectivo de izquierda que se autoproclama adalid de la lucha contra el “fascismo”— decidió ponerse el nombre de una mujer que, irónicamente, era hija de un fotógrafo nazi. ¿No es paradójico? Quienes más denuncian a la «extrema derecha», el «nazismo» y el «fascismo» terminan rindiendo tributo a personas con vínculos directos con esos mismos términos que tanto critican.

Para poner las cosas en contexto, Verduga tiene un historial de acusaciones de fascismo contra figuras políticas como Jair Bolsonaro, Mauricio Macri y Guillermo Lasso. Sin embargo, el padre de la verdadera Mónica Ertl sí tuvo vínculos concretos con el nazismo. Hans Ertl participó en la producción del documental Olympia, sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, y además sirvió al Tercer Reich como “corresponsal de guerra”.

Por si fuera poco, Mónica Ertl no solo tuvo este origen familiar, sino que pasó a la historia como la mujer que asesinó a Roberto “Toto” Quintanilla, exmilitar boliviano señalado por haber ordenado la mutilación de las manos de Ernesto “Che” Guevara tras su captura y ejecución.

Y aquí viene la pregunta clave: ¿qué habría pasado si la derecha hubiese utilizado el nombre de alguien cuyo familiar tuvo un historial de colaboración con el nazismo? No hace falta pensar demasiado para imaginar la indignación y los discursos encendidos que habrían surgido desde la izquierda. Pero, como siempre, cuando los hechos no encajan en su narrativa, prefieren mirar hacia otro lado.

La doble moral, en su máxima expresión. (O)

Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto político actual en Ecuador y la región.

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