Adicción a los videojuegos: un problema creciente en Ecuador

Especialistas advierten que, aunque Ecuador no cuenta con datos oficiales, aumentan los casos de niños y adolescentes con señales de adicción y riesgos asociados al uso de videojuegos.

La preocupación por el uso excesivo de videojuegos y pantallas en niños y adolescentes vuelve a tomar relevancia. Desde el 11 de enero de 2022, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó la adicción a los videojuegos en la Clasificación Internacional de Enfermedades, distintos países han intentado dimensionar el alcance de este trastorno. Sin embargo, en Ecuador no existe aún ninguna institución que recopile datos sobre su impacto.

Fuera del país, las señales de alerta son claras: un informe reciente de la Cruz Roja Argentina indica que seis de cada 10 niños están expuestos a las apuestas en línea, una actividad que suele vincularse con el uso excesivo de videojuegos y plataformas digitales.

En territorio ecuatoriano, aunque no hay cifras oficiales, especialistas aseguran que los casos empiezan a aumentar. Germania Gómez, coordinadora de la carrera de Psicología Clínica de la Universidad de las Américas, advierte que cada vez llegan más niños y adolescentes con síntomas relacionados a esta dependencia. “Las necesidades afectivas de los niños no están siendo cubiertas”, señala, y afirma que muchos menores encuentran en los videojuegos un sustituto emocional frente a la falta de atención familiar.

La psicóloga explica que este tipo de adicción activa el sistema de recompensa del cerebro, similar a lo que ocurre con ciertas sustancias. La estimulación constante —colores, sonidos, logros inmediatos— libera dopamina y serotonina, lo que impulsa a los menores a querer jugar más horas. Entre las señales de alarma menciona irritabilidad, cambios de humor, dificultades para dormir, pérdida de interés en el entorno y el aumento progresivo del tiempo de juego.

A esto se suma un riesgo creciente: la exposición a contenidos violentos, escenas sexuales o interacciones peligrosas con desconocidos. Gómez relata que en algunos casos los niños entregan información personal o incluso acceden a videollamadas con adultos que se hacen pasar por jóvenes. “Los convierte en víctimas más fáciles de depredadores”, advierte.

Otra alerta es el vínculo entre videojuegos y apuestas. Algunos menores llegan a usar sin permiso las tarjetas de crédito de sus padres para comprar membresías o apostar en línea. “He tenido casos de niños que lo hacen para avanzar niveles o porque el juego se los exige”, comenta.

Aunque no existe una normativa internacional unificada, la especialista recomienda límites según la edad: nada de pantallas para menores de dos años; una hora diaria para niños de dos a cinco; hasta dos horas entre los seis y 12 años; y un máximo de tres horas desde los 13 años.

Gómez insiste en que la solución no está en prohibir, sino en acompañar. “Es fundamental que los padres y los profesores sepan qué hacen los niños en sus pantallas. Están en una edad en la que quieren descubrir todo y lo mejor es hacerlo acompañados”, concluye.

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