Las embarazadas denuncian que deben comprar medicamentos, insumos y hasta un kit quirúrgico afuera del hospital por falta de abastecimiento. También compiten por conseguir una cama.
En los alrededores de la maternidad del Guasmo, en el sur de Guayaquil, la escena se repite todos los días: familias de mujeres en labor de parto esperan bajo carpas improvisadas, sentadas en sillas plásticas alquiladas por comerciantes, mientras cumplen con una larga lista de compras que los médicos les solicitan para poder atender a sus pacientes.
Las carpas, instaladas junto a la puerta de Emergencia del Centro Materno Infantil Matilde Hidalgo de Procel, funcionan como una sala de espera informal. Los vendedores ofrecen sillas, insumos médicos, kits quirúrgicos para cesáreas, pañales y alcohol. Todo tiene un costo. “Aquí conseguimos lo que le pidan, doctora, bata, hilos, mascarillas…”, repiten mientras ubican a nuevos usuarios que llegan en taxis o ambulancias.
La razón: desde hace semanas el hospital atraviesa un desabastecimiento casi total de insumos básicos para partos y cirugías. Las pacientes aseguran que deben comprar por su cuenta los paquetes quirúrgicos, las suturas, la ropa desechable, los clamps para el cordón umbilical y hasta artículos de higiene para el recién nacido. Tampoco reciben alimentos, por lo que los familiares deben traer comida desde fuera.
Encontrar una cama se ha convertido en otro desafío. Varias madres denuncian que las pacientes son dadas de alta apenas salen del quirófano, incluso después de cesáreas, debido a la falta de espacio. “A mi hija la hicieron esperar horas con dolores fuertes, y cuando la atendieron, la sacaron enseguida. Ni el bebé tenía cobija”, relató una usuaria.
El Comité de Usuarios de Servicios de Salud (CUSS) confirma que la crisis se ha agudizado en los últimos dos meses. No hay reactivos en el laboratorio clínico, por lo que en octubre se trabajó “a préstamo” con otros hospitales. También faltan termocunas para los recién nacidos. El personal médico —que evita quejarse públicamente por temor a represalias— asegura que faltan especialistas y que los tiempos de espera se alargan por la falta de recursos.
Pese a que el hospital atiende entre 15 y 25 partos diarios, muchos de ellos de alto riesgo, no cuenta con los insumos mínimos. Fuera, los comerciantes venden kits que van desde los USD 40 hasta los USD 80, dependiendo de si el parto es normal o por cesárea. Las vendas antiembólicas, hilos de sutura y otros materiales se compran aparte.
Entre los casos que llegan está el de Carmen, una embarazada con un cuadro de riesgo elevado: el cordón umbilical rodea dos veces el cuello del bebé, y la paciente tiene antecedentes quirúrgicos. Aun así, su familia afirma que el personal insistió en que espere para un parto normal, pese a que otro médico previamente indicó que debía hacerse una cesárea.
El CUSS asegura que ha remitido múltiples alertas al Ministerio de Salud y a la Coordinación Zonal 8, pero no han recibido respuesta. “Vienen, recorren el hospital, se toman fotos y luego dicen que todo funciona bien. Pero no hablan con las pacientes que viven esta realidad”, lamenta la subcoordinadora del comité.
Mientras tanto, en la calle, bajo el sol, las familias continúan esperando y comprando por su cuenta lo que debería proveer el sistema público de salud.







