El peligro de la desinformación en la era digital

Hoy, con la inteligencia artificial como protagonista, el desafío de distinguir entre verdad y mentira se vuelve más urgente que nunca, especialmente en contextos políticos como el que vivimos o palpamos en el Ecuador.

Hace 190 años, el diario The Sun de Nueva York publicó una historia que cambiaría para siempre la forma en que consumimos noticias: el joven astrónomo Herschel, desde el Hemisferio Sur, habría descubierto vida en la Luna. Murciélagos humanos, paisajes fantásticos y civilizaciones extraterrestres capturaron la imaginación de miles de lectores. La historia era completamente falsa. Pero su impacto fue real. Así nació lo que hoy conocemos como la primera fake news.

Casi dos siglos después, la pregunta sigue vigente: ¿debemos creer todo lo que vemos, leemos o escuchamos? En un entorno dominado por la tecnología, la desinformación se ha sofisticado y ha encontrado nuevas plataformas para expandirse, especialmente en contextos políticos y electorales.

Ejemplos como el Brexit, las elecciones en Brasil o Estados Unidos mostraron cómo la desinformación digital puede influir en decisiones colectivas, poniendo en jaque la responsabilidad de medios de comunicación, periodistas y también de los usuarios, que hoy actúan como amplificadores de contenido desde sus redes sociales.

En la era de la inteligencia artificial, la línea entre lo real y lo falso se desdibuja aún más. Un informe de Amazon Web Services reveló que el 57% de los contenidos en la web son generados por IA. Esto plantea un nuevo desafío: discernir la fuente y autenticidad de la información.

Empresas como Globant han comenzado a invertir en soluciones que permitan trazabilidad y verificación de noticias. Sin embargo, la responsabilidad no solo recae en las compañías tecnológicas. La sociedad entera debe repensar su forma de informarse y compartir contenido.

En Ecuador, la conversación se vuelve urgente. Las últimas elecciones evidenciaron un incremento de contenidos manipulados, incluyendo videos y audios creados con inteligencia artificial, fenómeno que no solo preocupa al periodismo, sino que amenaza la legitimidad democrática.

Según un informe reciente de Kaspersky, las estafas basadas en mensajes falsos crecieron un 140% en América Latina, con un especial énfasis en las llamadas «deep fakes», que hoy afectan tanto al mundo del entretenimiento como al religioso y político.

Herramientas como ChatGPT pueden ser aliadas para democratizar el acceso a información política, especialmente para aquellos que no están familiarizados con el entorno electoral. Pero también pueden ser usadas con fines manipuladores.

“El reto es ético, cultural y urgente”, coinciden expertos. Debemos garantizar que la tecnología esté al servicio de la humanidad, y no al revés. Como dijo el filósofo estadounidense Lewis Mumford: «No debemos permitir que la tecnología defina nuestra humanidad, sino que la humanidad debe definir el uso de la tecnología.»

Volver a las bases, poner al ser humano en el centro y fomentar una ciudadanía crítica son pasos clave para enfrentar esta nueva era de desinformación.

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