El Municipio invertirá 13,4 millones de dólares en pasos a desnivel en la Tanca Marengo, mientras expertos y ciudadanos cuestionan si estas obras responden a las verdaderas necesidades de la ciudad.
Apenas semanas después de inaugurar pasos elevados en la avenida de las Américas, el Municipio de Guayaquil ha presentado un nuevo proyecto vial de gran escala: la construcción de dos pasos a desnivel en la intersección de las avenidas Juan Tanca Marengo y Rodrigo Chávez González. Con una inversión estimada en 13,4 millones de dólares, la obra busca aliviar la congestión en uno de los corredores más transitados del norte de la ciudad, por donde circulan más de 89.000 vehículos al día.
El plan, financiado parcialmente con recursos del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), contempla un plazo de ejecución de 20 meses. Según el cabildo, esta intervención reducirá los embotellamientos en horas pico, donde la velocidad promedio desciende a menos de 10 km/h y las filas de automóviles superan los 300 metros.
El Municipio asegura que la obra beneficiará a sectores como Urdesa Norte, Urdenor 1 y 2, Ciudad Colón, Bosques del Salado y Martha de Roldós, al eliminar cuellos de botella y mejorar la seguridad vial.

Sin embargo, el anuncio no ha estado exento de críticas. Urbanistas, académicos y ciudadanos han cuestionado la lógica detrás de este tipo de intervenciones, que continúan priorizando la movilidad vehicular sobre otras formas de transporte.
“Yo uso el puente nuevo en Las Américas y el tráfico sigue igual. No ha cambiado nada. Son millones que se van en cemento, cuando lo que hace falta es más árboles, más espacio público, más vida”, dice Yamileth Casanova, residente del norte de Guayaquil.
Desde la academia, el análisis es aún más crítico. Ricardo Pozo, docente de diseño urbano en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, sostiene que estas soluciones no hacen más que postergar el problema. “Está demostrado que ensanchar calles o construir más pasos a desnivel solo incentiva a que más personas compren autos. Es un ciclo sin fin que no resuelve el problema, solo lo desplaza en el tiempo”, afirma.

Las críticas apuntan a una visión de ciudad que, lejos de evolucionar hacia un modelo más humano y sostenible, refuerza la dependencia del automóvil. En una ciudad donde el transporte público continúa siendo insuficiente y la infraestructura peatonal deficiente, muchos consideran que estas obras no atienden las verdaderas prioridades.
El Municipio, no obstante, defiende su estrategia. En comunicados oficiales, insiste en que estas intervenciones son parte de un “plan técnico de modernización vial” que busca mejorar la calidad de vida y reducir los tiempos de desplazamiento.
Pero mientras los trabajos comienzan, crece una inquietud que trasciende los millones invertidos: ¿para quién se están diseñando las calles de Guayaquil? ¿Para los vehículos o para las personas? En medio del concreto, la respuesta aún parece estar atrapada en el tráfico.