El costo político o la consolidación de su liderazgo estará en manos de una ciudadanía cada vez más exigente y menos tolerante a los discursos sin resultados.
Las recientes decisiones del presidente Daniel Noboa han encendido las alarmas entre diversos sectores sociales y políticos del país. La incorporación de figuras vinculadas al correísmo y la aprobación de leyes polémicas, que apuntan a restringir ciertos derechos ciudadanos, generan dudas sobre el rumbo que tomará su gobierno en lo que será su período completo tras las elecciones de 2025.
Los cuestionamientos no provienen únicamente de sus opositores históricos. También se hacen eco entre quienes lo apoyaron como la alternativa “menos mala” frente al retorno del correísmo, o como una figura joven que prometía romper con las viejas prácticas del poder. Hoy, sin embargo, muchos observan con preocupación lo que interpretan como un giro hacia el modelo autoritario y concentrador que tanto criticaron.

En la apuesta por alianzas impensadas y reformas polémicas, Noboa podría estar sacrificando el capital político que lo llevó al poder. La promesa de construir una alternativa democrática, institucional y transparente fue clave para atraer a un electorado que, sin comulgar del todo con su figura, lo vio como un dique de contención ante el retorno del correísmo.
La preocupación no es solo simbólica. El politólogo Arturo Moscoso alerta que algunas reformas ya implican retrocesos en materia de derechos. “Quienes creemos en la democracia debemos estar vigilantes. Las reformas no deben ser restricciones de derechos”, afirma, en referencia a normas que limitan garantías como el derecho a la protesta o amplían el poder del Ejecutivo en detrimento de los contrapesos institucionales.
Además, el desgaste político podría traducirse en una pérdida de legitimidad.
La próxima consulta popular, cuyo eje central será la autorización de bases militares extranjeras, se perfila como un escenario clave para medir el impacto de esta deriva. Aunque el Gobierno todavía disfruta de una relativa luna de miel con el electorado, los analistas coinciden en que el momento político podría volverse en su contra si el desgaste se acelera.
“Sí podría pasarle factura porque se desgasta políticamente. Veamos cuándo la hace y si supera el control constitucional”, señala Moscoso.

Noboa llegó al poder con la narrativa del cambio generacional, pero corre el riesgo de ser visto como una versión remasterizada del viejo modelo autoritario. En ese tránsito, puede perder la identidad política que lo posicionó como una figura de renovación.