Actualmente, el Municipio trabaja en el reforzamiento de la seguridad en las zonas de parqueo, con la instalación de plumas automáticas y mejoras en el personal de guardianía.
En Guayaquil cada fin de semana, decenas de adolescentes, jóvenes y familias completas encuentran en el parque Samanes un lugar donde el deporte y la convivencia son posibles, incluso en medio del creciente temor por la inseguridad que se vive en varias zonas de la ciudad.
Josué, un joven de 17 años que vive en Mapasingue Oeste, se traslada al parque Samanes, en el norte de la ciudad, para jugar fútbol con sus amigos. Lo hace por la seguridad que le brinda este espacio, frente a los riesgos que enfrenta en su barrio.
Uno de los mayores atractivos del parque son sus canchas de césped sintético, que pueden ser utilizadas sin costo alguno con previa reserva. Basta con presentar la cédula y separar el espacio con una hora de anticipación, explican los usuarios.
“Es mucho mejor; en mi barrio no tenemos canchas así”, cuenta Jardel, habitante del Suburbio. En su sector, improvisan espacios para jugar colocando piedras en la calle, un recurso que contrasta con la infraestructura disponible en Samanes.

Pero el parque no solo convoca a jóvenes deportistas. Bicicletas, patinetas, juegos infantiles, camineras y áreas para mascotas complementan la oferta del parque, convirtiéndolo en un espacio multifuncional. A la par, decenas de emprendedores aprovechan la afluencia para comercializar bebidas, alimentos y otros productos, generando ingresos para sus hogares.
El parque Samanes se consolida así como un pulmón activo en Guayaquil, donde convergen el deporte, la recreación y la economía popular. En medio de la crisis de seguridad que enfrenta la ciudad, este espacio público representa un ejemplo de cómo el acceso a entornos adecuados puede transformar la vida de sus ciudadanos.