Silencio en la Capilla Sixtina, ruido en el mundo: así es el cónclave
En la historia de la Iglesia Católica, pocas ceremonias encierran tanto misterio, tradición y significado como el Cónclave. Esta palabra, que proviene del latín cum clave (bajo llave), designa el proceso por el cual los cardenales de la Iglesia se encierran, aislados del mundo, para elegir al nuevo sucesor de San Pedro. Hoy, 7 de mayo de 2025, se abre nuevamente este capítulo solemne: 133 cardenales electores, menores de 80 años, cruzarán el umbral de la Capilla Sixtina. Allí se cerrarán las puertas al grito de “Extra omnes! ” —“¡Todos fuera!”— y el mundo quedará en espera.
De San Pedro a San Fabián: La Historia del Cónclave
El proceso de elección papal no siempre fue como lo conocemos. Tras la muerte de San Pedro, la comunidad cristiana más cercana al apóstol —clérigos, obispos y fieles— se reunía para elegir a su sucesor. Durante siglos, esta elección fue un acto del pueblo de Dios. Uno de los casos más notables es el de San Fabián, un laico que fue elegido Papa tras verse una paloma descender sobre su cabeza en la asamblea.
Con el tiempo, la necesidad de orden y estabilidad llevó a establecer normas más estrictas. Fue en el siglo XV cuando se consolidó la práctica de elegir al Papa exclusivamente entre los cardenales. Sin embargo, según el Derecho Canónico, aún hoy podría ser elegido cualquier varón católico bautizado. Si no es obispo, deberá recibir la ordenación antes de asumir el pontificado.
El Ritual del Silencio Sagrado
La ceremonia comienza con un acto litúrgico cargado de simbolismo: tras la misa Pro eligendo Pontifice, los cardenales se dirigen en procesión a la Capilla Sixtina. Allí juran guardar el más absoluto secreto, conscientes de que cualquier ruptura implica excomunión automática (latae sententiae). Desde ese instante, todo contacto con el mundo exterior está prohibido.
Durante el proceso, los votos son depositados en un cáliz especial, sobre el altar bajo el fresco del Juicio Final de Miguel Ángel. Cada cardenal escribe el nombre de su elegido en la papeleta y la deposita con discreción. El escrutinio es triple: primero se cuentan las papeletas, luego se lee cada nombre en voz alta y finalmente se verifica su validez.
Para que un candidato sea elegido Papa, debe obtener una mayoría calificada de dos tercios de los votos. Si, por ejemplo, hay 133 cardenales votantes, como en el presente cónclave, se necesitarían al menos 89 votos válidos para la elección legítima. Si en varias rondas no se alcanza esa mayoría, las votaciones continúan hasta lograr el consenso requerido.
Actualmente, el Colegio Cardenalicio está compuesto por 252 cardenales. De ellos, 135 tienen menos de 80 años y, por tanto, son electores. En el cónclave de 2025, participan 133 cardenales, ya que dos se ausentaron por razones de salud.
El mundo espera entonces la fumata. Durante siglos, se quemaban las papeletas con paja húmeda para obtener humo negro (sin elección) o paja seca para el blanco (elección alcanzada). Hoy, un compuesto químico garantiza el color: blanco cuando el nuevo Papa ha sido elegido; negro cuando aún no hay consenso.
¿Por qué debe haber un Papa?
En un mundo que a menudo carece de referencias morales claras, el Papa representa la piedra visible sobre la cual se edifica la Iglesia. Como decía el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, el papado cumple un papel semejante al del Big Ben en Londres: en una ciudad que valora la puntualidad, todos los relojes afinan su hora con el Big Ben. Así también los católicos ajustan su fe, su moral y su esperanza con la figura del Papa.
Aunque los pontífices pueden equivocarse en temas humanos, cuando hablan de fe y moral, lo hacen en nombre de una doctrina infalible que trasciende a la persona. El Papa es, en su esencia, faro y timón, referencia espiritual para más de mil millones de creyentes.
¿Elige el Espíritu Santo al Papa?
Mucho se ha dicho sobre la intervención divina en el Cónclave. El Papa Benedicto XVI lo explicó con una lucidez profunda:
«No lo diría en el sentido de que el Espíritu Santo escoge al Papa. Yo diría que el Espíritu no toma exactamente el control del asunto, sino que más bien, como buen educador, nos deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos por completo. Probablemente la única garantía que ofrece es que la cosa no pueda estar totalmente arruinada… hay demasiados ejemplos contrarios de papas que el Espíritu Santo obviamente no habría elegido.»
En estas palabras se revela el misterio del Cónclave: una elección profundamente humana, guiada por la oración y abierta a la acción divina.
Belleza y Tradición
El Cónclave está lleno de gestos antiguos que evocan la grandeza de la Iglesia: la vestidura blanca preparada discretamente para el elegido, el momento en que acepta con un humilde «Acepto» y el anuncio desde el balcón de San Pedro: Habemus Papam. El nuevo Pontífice aparece, a menudo visiblemente conmovido, para impartir su primera bendición Urbi et Orbi.
El Desafío del Nuevo Papa
Quien sea elegido tendrá que enfrentar un mundo egoísta, hedonista y superficial. Desde un enfoque tradicional y carismático, el nuevo Papa deberá defender la verdad sin concesiones, proteger a la familia como célula de la sociedad, y renovar el fervor de la fe frente al relativismo moderno. Deberá ser puente entre la Tradición y las nuevas generaciones, sin perder la esencia del Evangelio.
Un Llamado al Mundo
Hoy más que nunca, el mundo necesita santos. Necesitamos un Papa fiel a su misión, que sea reflejo del Buen Pastor. Que el Cónclave no sea solo una noticia, sino una ocasión para orar. Recemos por los cardenales, por su discernimiento, y sobre todo, recemos por el nuevo Papa, para que sea luz en medio de las tinieblas. Que Dios nos conceda un Papa santo, firme en la verdad y valiente en el amor.
Este artículo representa una opinión personal y no refleja la postura oficial de este medio. Se trata de un análisis basado en fuentes y percepciones del autor sobre el contexto actual religioso.